En la sociedad actual, los adolescentes están más presionados y experimentan más estrés que nunca. Entre las crecientes demandas de la vida académica, las relaciones entre iguales, las relaciones familiares, la tecnología y la presión del “futuro”, los adolescentes a menudo se sienten abrumados, estresados, ansiosos, deprimidos e irritables.
El hecho de tener un hermano/a “diferente” incrementa las dificultades que tienen que afrontar. Lo más habitual es que la visión que tienen de la discapacidad o la enfermedad sea distinta a la que tenían cuando eran más pequeños, apareciendo nuevas emociones que viven de manera intensa: vergüenza, rabia, culpa o tristeza…provocando cierto distanciamiento con su hermano/a y naturalmente, con sus padres.